Buscar este blog

lunes, 25 de abril de 2011

Tristes y solitarios sin Antonio Vega

«La física cambió mi vida. Cambié mi postura ante el mundo cuando comprendí a Einstein. Cuando supe que el camino más corto entre dos puntos no es la línea recta. Cuando empecé a imaginarme cosas como qué pasaría si me montase a caballo en un haz de luz». Así era Antonio Vega, amante de los gatos, escritor de cuentos y relatos, admirador de Tolkien y Asimov, constructor de maquetas de trenes, vigilante de las estrellas, físico de vocación: «Me gusta trabajar con las manos, tengo un taller guapo; llevo un año con una maqueta muy grande, de seis metros por tres, con un esquema de cuatro circuitos combinados, todo digitalizado, está muy bien. Y tengo un telescopio, si no hubiese sido músico sería astrofísico». Así hablaba, muy animado por compartir una de sus pasiones, con motivo del regreso de Nacha Pop, la banda que fundó con su primo Nacho García Vega en 1978.
Poeta de corazón, que dejaba de palpitar a los 51 años, con mucha vida a sus espaldas y mucha también por delante. En aquel reportaje incluso hablaba de ser padre: «Yo no he tenido hijos porque pensé que no era lo mejor, porque la vida que he llevado no era la mejor para ofrecer a un crío. Pero ahora es cuando estoy pensando en la posibilidad de llevarlo a cabo, de tener uno». Muchas ilusiones por cumplir aún. Incluso estaba grabando nuevas canciones para un disco, entre ellas Antes de haber nacido, que presentó en Bilbao, ciudad donde dio el último concierto acompañado de su banda antes de la crisis que lo ha llevado a la tumba.
«No me iré mañana / no sin antes algo más que ver, / no me iré mañana / aún es pronto para envejecer», cantaba. Aunque el disco homenaje, ése que le hacen a uno cuando ya no está, le llegara en 1993 con el título de Ese chico triste y solitario pese a que él dijera no reconocerse en esa descripción y que no le hiciera mucha gracia el tema. Hoy, los tristes y solitarios son sus compañeros de la música y una legión de fieles que se juntan en bares para pinchar una vez más sus canciones, himnos ya de varias generaciones: Tesoros, El sitio de mi recreo, Lucha de gigantes, Relojes en la oscuridad, Esperando nada...
Aquel reportaje se gestó en un bar de la plaza Dos de Mayo, en plena Malasaña, muy cerca del Penta, local que Antonio hizo famoso con su hermosa canción La chica de ayer, escrita con 17 años durante la mili, en la playa de la Malvarrosa, y elegida por muchos como la mejor del pop español y la más representativa de la Movida. Cada noche, a las cuatro, el Penta cierra sus puertas con ese tema, como homenaje al genio que se fue y que arrancará de madrugada más de una lágrima bañada en alcohol. Entonces, en aquel reportaje, sentados los dos primos muy apretados, a punto de emprender una gira de nuevo juntos, Nacho García Vega abrazaba a su primo, Antonio, y llenaba sus silencios en la entrevista, reía, le agarraba, como si no quisiera dejarle ir, ahora que volvía a tenerle cerca, después de que Nacha Pop se disolviera allá por 1988 y ambos emprendieran carreras por separado.
Ahora se le fue de nuevo, pero ahora de verdad, por culpa de una afección pulmonar, supuestamente un cáncer que al principio parecía neumonía. «Era una persona única como única ha sido su contribución al panorama musical de este país. Nos quedarán sus grandes canciones, que nos han emocionado a todos y con las que han crecido varias generaciones». «Le he querido prácticamente desde que nací», se emocionaba García Vega, que se queda con Lo que tú y yo sabemos, y «con cualquier mirada cruzada en el escenario durante tantos años».
Y eso que Antonio estaba convencido de que lo iba a superar. Eso cuentan los que le han podido visitar en el hospital las tres semanas que ha permanecido ingresado. Que los primeros días, cuando estaba más lúcido, pensaba que saldría de ésta como había salido de muchas. Como cuando murió su amada Margarita del Río, un golpe del que sobrevivió, pese a que no muchos confiaran en ello, y que dio origen al disco 3.000 noches con Marga (2005). Pero esta vez, tras la confianza inicial de sus primeros días ingresado, el genio se ha ido apagando y moría. Finalmente.
Después de dos décadas enterrándole, o eso decían muchos, armados de cariño y admiración por el artista y asustados al verle cada vez más deteriorado, sin poder creer del todo que hubiera dejado la heroína. «Yo nunca me he ido. Siempre he estado aquí y sigo estando», dijo en más de una ocasión. Con todo, reconocía que había desarrollado un humor negro del que hacía gala: «Sí, ja, ja, alguna vez he pensado en dejarme caer en el escenario para pegarles un susto, ya que tanto decís, ahora vais a hablar con razón. Nacho y yo tenemos un sentido del humor muy especial, hemos aprendido a ridiculizar lo que no nos hace gracia y a reírnos de lo que sí la tiene. De todas formas, me agrada que la gente esté pendiente y se preocupe, siempre en términos positivos. Cuando no es así, procuro que me dé igual, hacer oídos sordos».
El mundo de la música en España llora la pérdida del que ha sido la influencia de muchos de ellos, el mismo que acaba de formar trío con esos otros dos brillantes artistas cuyos nombres estuvieron también ligados a la droga y que ya se fueron, Antonio Flores y Enrique Urquijo.
«Probablemente sí exista una frustración, la de viajar al espacio. Siempre tuve verdadera pasión por la astronomía. Lo que me falta por sentir, y pienso que tal vez no lo voy a sentir nunca, es la ingravidez del espacio», dejó dicho. Ahora está cabalgando ya a lomos de un haz de luz, la suya propia. «Sólo al final cobra sentido la soledad / cuando el silencio es total / queda el espacio para pensar»...

No hay comentarios:

Publicar un comentario