La Asamblea
General de Naciones Unidas señaló el día 15 de mayo como Día
Internacional de la Familia, para sensibilizar a la autoridades y a los
poderes públicos sobre los asuntos que afectan a la familia y a la
natalidad y promover la adopción de medidas encaminadas a su auxilio y
protección.
Si se mirara en retrospectiva, qué impresión darían las familias de
hace 50 años que cenaban reunidos en la mesa y hablaban de su
quehacer diario, en contraste con la de hoy en día, donde cada uno se
sumerge en su propio mundo y pueden pasar días sin cruzar palabra.
Esta realidad es culpa de la globalización que va absorbiendo a las personas en tareas donde no interactúan entre sí, dejando a la deriva a cada miembro. Desde familias de un solo miembro o reestructuradas hasta las tradicionales o con padres del mismo sexo, nadie escapa al problema, aunque en todos yace la solución: pasar más tiempo juntos.
Pero las largas jornadas de trabajo a las que se someten los padres para poder salir adelante o sobrevivir, traen como consecuencia el olvido de los niños. Es mínimo el tiempo que están en casa, y ello se refleja en la formación de los pequeños, quienes aprenden de la televisión o de Internet, sin que puedan diferenciar entre el bien o el mal, y un niño necesita una figura que le enseñe, alguien que mediatice al información.
Esta realidad es culpa de la globalización que va absorbiendo a las personas en tareas donde no interactúan entre sí, dejando a la deriva a cada miembro. Desde familias de un solo miembro o reestructuradas hasta las tradicionales o con padres del mismo sexo, nadie escapa al problema, aunque en todos yace la solución: pasar más tiempo juntos.
Pero las largas jornadas de trabajo a las que se someten los padres para poder salir adelante o sobrevivir, traen como consecuencia el olvido de los niños. Es mínimo el tiempo que están en casa, y ello se refleja en la formación de los pequeños, quienes aprenden de la televisión o de Internet, sin que puedan diferenciar entre el bien o el mal, y un niño necesita una figura que le enseñe, alguien que mediatice al información.
Así se pierden la confianza en los sistemas estructurales, el
respeto hacia los mayores y hacia los demás, la unión y cooperación, y
nacen las angustias, el estrés, la
soledad, el rencor,
el fracaso del amor, la falta de capacidad para perdonar y en muchos casos la violencia.
Para recuperar la fuerza de la familia no es necesario que la mujer vuelva a la cocina, ni que el hombre sea el único que aporte en la casa, sino dejar de culparse tanto, y comenzar a pasar tiempo juntos. Aceptar a los demás como son, en vez de juzgarlos y rechazarlos. En vez reunirse a ver la tele, salir a un parque, en vez de estar cada quien en su ordenador, tener un actividad en conjunto como un juego de mesa. Eso realmente haría la diferencia. Incluso conversar haría la diferencia. Dar marcha atrás, y recuperar los valores que estructuran a la familia y a la sociedad. Pues es en la familia donde los hijos comprenden y asumen los valores esenciales del amor recíproco, del compartir con los demás, de valorar a las personas por quienes son y no por lo que tienen; a valorar la vida desde sus inicios en la concepción hasta llegada la muerte naturalmente, que el ser humano es un ser sexuado por estar abierto al amor y a engendrar los hijos, conformando un proyecto común de convivencia amorosa entre varias personas. Es así de fácil.
La reflexión es algo que no se puede evitar. Todos debemos preguntarnos en estos tiempos, qué estoy haciendo bien o mal por y para mi familia.
Para recuperar la fuerza de la familia no es necesario que la mujer vuelva a la cocina, ni que el hombre sea el único que aporte en la casa, sino dejar de culparse tanto, y comenzar a pasar tiempo juntos. Aceptar a los demás como son, en vez de juzgarlos y rechazarlos. En vez reunirse a ver la tele, salir a un parque, en vez de estar cada quien en su ordenador, tener un actividad en conjunto como un juego de mesa. Eso realmente haría la diferencia. Incluso conversar haría la diferencia. Dar marcha atrás, y recuperar los valores que estructuran a la familia y a la sociedad. Pues es en la familia donde los hijos comprenden y asumen los valores esenciales del amor recíproco, del compartir con los demás, de valorar a las personas por quienes son y no por lo que tienen; a valorar la vida desde sus inicios en la concepción hasta llegada la muerte naturalmente, que el ser humano es un ser sexuado por estar abierto al amor y a engendrar los hijos, conformando un proyecto común de convivencia amorosa entre varias personas. Es así de fácil.
La reflexión es algo que no se puede evitar. Todos debemos preguntarnos en estos tiempos, qué estoy haciendo bien o mal por y para mi familia.