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jueves, 31 de marzo de 2011

Fin a la plantación de Freixeiro

La acción policial de hace dos semanas en el campamento gitano de Freixeiro, que se saldó con 17 detenidos y la incautación de pequeñas cantidades de droga, sirvió para constatar lo que ya se intuía.
A comienzos de los años 70 se asentó en el municipio naronés, un poblado chabolista en unos terrenos adquiridos por Cáritas. Cuarenta años más tarde, los vecinos ya se han acostumbrado a convivir con el primer supermercado de la droga de Galicia, epicentro de toda una organización criminal perfectamente jerarquizada. Encargados de la vigilancia, responsables de la venta, o compradores a los mayoristas ocupan cada uno una tarea muy bien definida que impide un mayor éxito policial. Durante cinco meses, la brigada ferrolana realizó 35 incautaciones y vigiló Freixeiro hasta determinar cual era el papel de cada miembro de un clan que dividía sus funciones. El poblado de Freixeiro se dedica al narcotráfico desde hace generaciones y dominaba este mercado en todo el noroeste peninsular. Cerca del campamento están dos institutos y el apeadero de Feve, donde cogían el tren para distribuir la droga hacia la costa lucense e incluso a Asturias.
La venta se iniciaba a las doce de la mañana. Los toxicómanos pasaban por un pasillo entre las chabolas y el muro, tras superar los filtros de los moradores, que se aseguraban de que fueran conocidos y con dinero. Las mujeres realizaban la venta en dos pequeñas casetas junto a una hoguera siempre encendida para eliminar pruebas si notaban que la policía andaba cerca. Se valían de un drogadicto de confianza, el Perro, para carretar la droga, oculta en las inmediaciones del poblado. Si detectaban alguna patrulla, obligaban a los toxicómanos a consumir los estupefacientes en las casetas. La matriarca era la que recaudaba las ganancias.
Las cantidades incautadas no invitan al optimismo, pero sí animan a la confianza ciudadana. Con cierta resignación los vecinos denuncian la situación de inseguridad en la que viven y la pasividad de las autoridades y de los políticos. Con el desmantelamiento de poblados como el de Penamoa en A Coruña, el tráfico de drogas convirtió al campamento de Freixeiro en un punto de incesante trasiego de toxicómanos. En un solo día se pueden llegar a contabilizar hasta 1.000 coches.
A tan sólo unos metros se levantan bloques de viviendas construídos hace casi dos décadas y sus habitantes no pueden acercarse a la zona porque hay jeringuillas por todas partes. Además los drogodependientes utilizan las farolas y la luz de los escaparates para drogarse. La abundante basura, la conducción de coches pilotados por menores o incluso la prostitución son otras de las quejas. Protestas que van en contra al ayuntamiento, que no escucha sus denuncias y cierra los ojos al problema. En los últimos tiempos el poblado había duplicado su actividad. El poblado naronés se blindó como un fortín con un muro y patrullas alrededor del perímetro con una docena de hombres armados con palos y vigas de acero. La vigilancia policial era puntual y no estaban en las horas críticas.