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sábado, 19 de febrero de 2011

Eternidad

¿Cuántos años tengo? 

Ya no los tengo. Han pasado ya para no volver. He de morir, he de dejar todo lo que poseo.

¿Cuándo será? ¿Cómo? ¿En dónde? ¿Quién después pensará en mi? ¿Se acaba todo este mundo?

Mi conciencia me dice que no.

¿Qué me esperará después de esta vida? ¿Me salvaré o me condenaré? ¿Qué será de mí?

Tengo un alma que no morirá con el cuerpo, y esa alma soy yo mismo, que pienso, reflexiono, deduzco, recuerdo, quiero. Esta alma será un espíritu, será un alma eterna.

¿Qué me espera en la otra vida?

Yo espero que la felicidad. Tiendo irresistiblemente a ser feliz. En este mundo tengo la certeza de que existe, pero en la vida futura ¿la poseeré o seré para siempre privado de ella? Esta tierra no es el lugar de mi verdadera patria. Mi patria verdadera está más allá de las fronteras de esta vida. Si no la consigo seré eternamente desterrado, miserable, infeliz. Estoy acostumbrado en este mundo a ver como pasan las horas del reloj, a ver como todo transcurre.

¿Qué será la eternidad, ese momento que nunca acaba, ese instante que nunca tendrá fin?

Yo reconozco que en este mundo no hay casi justicia. Unas veces porque no se puede hacer, otras no se sabe hacer, y otras no se quiere hacer. Es necesario que si no la hay aquí la haya en la otra vida. Lo crea o no, me preocupe de ello o no, existe esa otra vida eterna donde cada uno tendrá su castigo o recompensa según hayan sido sus obras. Y esto, para siempre.

Realmente, ¿qué es lo que pensamos?

El injusto tiempo

La vida pasa, y pasa muy rápida. El hoy ya no es hoy, es ayer. Y el mañana ya no es mañana, es hoy. Cuando nos damos cuenta hemos crecido, como crece una planta, y solo nos queda el recuerdo, el recuerdo de conocer, el recuerdo de saber. Un recuerdo en el que todo te viene a la mente, las cosas buenas y las cosas malas, un recuerdo lleno de anécdotas para contar, de amigos de los que acordarse. Un recuerdo que no sería recuerdo si el tiempo se parara y no pasase. Un tiempo estático donde todo sería presente y no existiría pasado ni futuro, un tiempo inolvidable, inolvidable como todas esas cosas que aprecias, inolvidable como tus amigos, amigos a los que también les pasa el tiempo. Un tiempo pesado y persecutor, un tiempo que nadie entiende, que a nadie deja. Un tiempo que a veces te hace perder y otras ganar. Perder no es ser derrotado, perder es no ganar, ser ganado por un rival convertido en tiempo.

Desearía que ese tiempo desapareciese, que dejase de existir para siempre porque el siempre es eterno y la eternidad es para siempre, y el siempre no es nunca y el nunca nunca se usa. No se debe caer en el olvido, el olvido es malo, malo como el hambre, un hambre que te atrapa y no te deja sentir. Sentir sentimientos, sentir la brisa en la cara, sentir la noche y la mañana, sentir tu corazón. Un corazón lleno de afecto y de odio a la vez. Un odio transformado en cariño y un cariño transformado en amor, un amor placentero, un amor para siempre. Un amor con cariño, un cariño sin tiempo donde el olvido nunca se presentará. Un cariño para siempre.

David Teijeiro